Si le preguntas a una persona al azar qué necesita para ser feliz, seguramente una de las respuestas más escuchadas sea el dinero. Porque, como muchos dicen: “el dinero no da la felicidad, pero ayuda”. Debemos partir de la base de que la felicidad es un concepto muy ambiguo, muy difícil de definir. Cada persona encuentra la felicidad de una manera distinta. Por eso el debate sobre si el dinero da la felicidad es tan antiguo y no encontramos unanimidad en su respuesta.
La realidad es que vivimos en una sociedad en la que el dinero juega un papel muy importante, como consecuencia del desarrollo económico a nivel mundial. Inevitablemente vivimos en una sociedad consumista, donde una crisis económica provoca una gran pérdida de poder adquisitivo de la población, lo que impide llevar una vida con un grado aceptable de bienestar.
El estado de bienestar nos suministra nuestros cuidados básicos como educación o sanidad. Esto lo hace la previsión de que en un futuro le devolvamos lo recibido mediante trabajo y dinero, a través de impuestos. Al nacer, entramos inevitablemente en este círculo capitalista, en el que el dinero es clave en el progreso de un país.
Hay quien considera que solo existe una forma de alcanzar el éxito en la vida: conseguir mucho dinero y, por tanto, bienes materiales. Esta conclusión es natural, dado que para cubrir las principales necesidades de las personas es necesario el dinero.
Para conocer cuáles son las necesidades más básicas de las personas puedes consultar la pirámide de Maslow.
La pobreza no es únicamente una cuestión económica, aborda muchos más problemas: desnutrición, exclusión, falta de recursos… La vivienda, la salud y la educación son los aspectos que se ven más afectados por la falta de ingresos. La pobreza es un problema estructural a nivel social, pero si se mantiene en una persona en concreto le puede “pasar factura” en su salud. La falta de dinero puede provocar mucho estrés y ansiedad.
En países como Japón los empleados acostumbran a trabajar más horas de las que figuran en su jornada laboral. Este exceso de carga también provoca problemas físicos y psicológicos.
Es lo que se conoce como Karoshi, una palabra japonesa que significa “muerte por exceso de trabajo”. El fenómeno Karoshi consiste en el aumento de la tasa de mortalidad causado por derrames cerebrales y ataques cardíacos como consecuencia de superabundancia de trabajo. Este fenómeno social surgió hace varias décadas en el país nipón y el Ministerio de Salud lo reconoció en el año 1987. El término Karoshi también se aplica si un empleado sufre un derrame cerebral o una complicación cardíaca, pero sobrevive.
En el otro extremo podemos encontrar personas muy adineradas que, pese a tener todos los bienes materiales posibles y todas las necesidades cubiertas, son muy infelices. Los científicos aseguran que existe una cantidad ideal de ingresos anuales con los que nos sentimos satisfechos.
Los millonarios que han conseguido amasar su fortuna por su propio mérito son mucho más felices que aquellos que la han heredado. Además, estos millonarios necesitan una cantidad desorbitada de dinero para estar orgullosa de ella.
Como conclusión, el dinero debe ser un vehículo para alcanzar la felicidad, no un fin. El fin de nuestras acciones, como el trabajo, debe ser la felicidad. Como hemos dicho antes, es muy complicado ser feliz siendo pobre, porque hay necesidades que no se cubren y momentos de estrés que perjudican nuestra salud.
Muchos factores como el amor o la amistad pesan mucho en la felicidad de una persona, por lo que no hay que obsesionarse con conseguir dinero, pues no es lo único que nos va a llenar de satisfacción.
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